Primera vez que se recopilan todos los relatos de esta escritora americana en nuestro país. A pesar de haber muerto joven, con 39 años, podemos encontrarla a través de su extensa obra: novelas, cuentos, un diario de oración…
Quizá algún lector le cueste afrontar la lectura de sus cuentos, y de hecho se pueden leer algunos, en desorden o como se prefiera, sin embargo, una vez que esté «dentro», le costará «salir». Las historias se suceden, algunas similares, mostrando el dominio del lenguaje, de los personajes, de la historia, la estructura… Cargado todos estos elementos de simbolismo. Es preciso conocer la historia de la autora para acertar con lo que nos quiere contar.
Muestra oscuridades y pasajes de luz, personajes rudos y otros más delicados; se escuchan el acento de éstos y sus modismos. No oculta lo escabroso de algunas situaciones, los miedos o el desconcierto. En ocasiones, numerosas, finales abruptos porque «lo relatado, escrito está». Descripciones precisas, ni por exceso ni por defecto: lo necesario para recrear una personalidad, una circunstancia o un pensamiento.
El cielo brillante y despejado comenzó a apagarse y se llenó de nubes ásperas hasta que las sombras se instalaron en todas partes. Despertó al dar un respingo, sus ojos se clavaron en algo así como un trapo quemado que colgaba cerca de su cara, aunque no llegaba a verlo con nitidez.
-Vaya manera de comportarte-dijo Buford-. El viejo no se lo merece. Los muertos no descansan hasta que no los entierran-. Estaba agachado y con una mano aferraba a Tarwater del brazo.-M’acerqué a la puerta y lo vi sentao a la mesa, ni siquiera está acostao sobre una tabla pa que s’enfríe. Hay que acostarlo y ponerle un poco de sal en el pecho, si quieres que aguante toa la noche.
El chico entrecerró los párpados para que la imagen no se moviera y, al cabo de nada, distinguió los dos ojitos rojos y abultados.
-Probablemente tengas miedo de verlo-dijo él-. El novelista jamás teme observar al objeto real.
-No tendría miedo de verlo-protestó la chica con rabia-, si fuera necesario. Pero para mí no tiene importancia alguna el que tenga los ojos castaños o azules.
-Hay algo más importante-aclaró Calhoun- que el hecho de que tenga los ojos castaños o azules. Si lo vieras, conseguirías enriquecer tus teorías. Y no me refiero a saber de qué color tiene los ojos. Me refiero al encuentro existencial con su personalidad. Al artista-dijo-, le interesa el misterio de la personalidad. La vida no sabe de abstracciones.
-¿Y entonces qué es lo que te impide ir a verlo? -le preguntó- ¿Para qué me preguntas a mí cómo es? Vete a verlo y lo sabrás.
