Tengo pocas palabras que decir. Conocí a esta autora gracias a una tía: me prestó dos poemarios y fue un descubrimiento (Las órdenes y Da dolor). Me sentí identificada especialmente con este último.
Poco después, cuando tuve la oportunidad de ir a la Feria del Libro a firmar, tuve otra sorpresa: supe que comenzaba a firmar media hora antes que yo en una caseta cercana. Fui corriendo con los dos libros de poemas y allí me la encontré. Le conté brevemente cómo la había «conocido» y le pedía firmarme los libros que llevaba y, además, su nueva novela.
¿Cómo describir esta novela? Si buscara palabras sueltas, éstas girarían en torno a intensidad, realismo, magia, misterio, inverosímil… Y aun así tengo la sensación de que se me escapa la esencia de la historia.
Una joven mujer, con un hecho traumático a sus espaldas, se adentra en la noche oscura conduciendo. Decide tomar unos caminos alejados de la carretera principal: se está quedando sin gasolina. Y llega a una casa: su petición de ayuda tras verse perdida y sin gasolina se repetirá frecuentemente a lo largo de las páginas. Tal y como si fueran la única llave que la ata a su realidad, donde… ¿desea volver?
La acogerán en Betania un número de mujeres: algo las une pero no sabe el qué. En cambio, a ella parece que la conocen. De hecho, ya pertenece a ese curioso clan. ¿Cómo la golpeará su pasado? ¿Reunirá el coraje para marcharse… o para quedarse?
Y ahora, hallarse en la misma situación en la que había estado su hermana, la misma asfixia, actuaba como un bálsamo para la tensión en la que había vivido siempre, desde la niñez, cuando descubrió el alcance de la palabra fin y el alcance de la palabra muerte, sus implicaciones, y pensó que nunca volvería a comer ni a dormir porque había perdido a su hermana y no entendía nada.
