No sé si habrás leído más libros de Jesús Montiel. Mi recorrido con él empezó con Lo que no se ve, y continué con Sucederá la flor, además de seguirlo en Instagram.

Conquistó mi sensibilidad cuando lo descubrí, y me desarmó cuando lo escuché hablar en un par de ocasiones: muy normal, nada de shows no de apariencias, tímido… Me sentí bastante identificada.

Es verdad que desde el principio he visto, cómo él mismo afirma, su aprendizaje a la sombra de Christian Bobin, maestro de la prosa poética, de las frases aforísticas, de las reflexiones…

¿Qué me ha sucedido con este libro? Siguen sorprendiendo frases e ideas, profundas y ocultas detrás de las letras. Sin embargo, no cesan de recurrir a las mismas técnicas y recursos. Denotan sin duda una sensibilidad sin pretensión de llegar a más, pero ¿no será acaso nota también de cierta autorreferencialidad?

Quizá excesivo mostrar lo que «me sucede de la realidad en mí», pero ¿y si la dejamos totalmente libre, «suelta»?

Puedes estar de acuerdo o no, no obstante, esto me ha hecho reflexionar acerca de mi propia escritura: ¿se puede hacer literatura exclusivamente a partir de lo que golpea en mí la realidad? ¿No necesitará la realidad también existir por sí misma y que golpee a cada uno como quizá desea?

Estar delante de un milagro y no verlo, eso pasa a diario.

Si huyo del aplauso no es porque el aplauso sea algo malo. Lo que me asusta es lo que puedo llegar a ser tras muchos aplausos. Mi soledad, en realidad, es el anticuerpo más efectivo.

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