Una condena de arresto domiciliario de manera perpetua. ¿El motivo? Unos versos aparentemente revolucionarios. ¿En qué momento? Uno no muy fácil para la expresión libre de ideas: principios del siglo XX. ¿Y en qué lugar sucede su arresto y la trama de la historia? Entre las estancias y laberintos ocultos de un hotel en Moscú, próximo al Kremlin.
Pero… ¿y la poesía?, te preguntarás. ¿Qué pasa con la palabra escrita? Pues te aseguro que también sigue avanzando. Antes estaba hecha de bronce y de hierro, y ahora está hecha de acero. Nuestra poesía ya no es un arte de cuartetos, versos dactílicos ni tropos complicados: se ha convertido en un arte de acción. ¡Un arte que atravesará los continentes a toda velocidad y llevará la música hasta las estrellas!
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<<Sí, el silencio también puede representar una opinión -dijo Mishka-. El silencio puede ser una forma de protesta. Puede ser un medio de supervivencia. Pero también puede ser una escuela de poesía, con su propia métrica, sus propios tropos y sus propias convenciones. Una poesía que no necesita que la escriban con lápices ni plumas, sino que se puede escribir en el alma, apuntando al pecho con un revólver.>>>
El autor no nos saca del mismo sitio, pero la historia se va sucediendo haciendo que nos olvidemos de esos límites: el conde Rostov, aristócrata y con una fina cultura, sobrelleva su condena de la manera más elegante posible.
Adapta sus costumbres al nuevo estilo de vida, tan diferente, y se abre paso entre las gentes que frecuentan el hotel (como él hacía anteriormente), sin importar la edad o condición. Traba amistad con una niña inquieta a la que ve crecer y se vuelve su cómplice para descubrir lugares ocultos del Metropol; se convierte en íntimo de una actriz, de trabajadores del hotel, donde acabará él también trabajando…
Pero mientras el conde miraba a su alrededor con tristeza, una voz que no reconoció del todo como suya le recordó que en el Metropol había habitaciones dentro de habitaciones, puertas detrás de puertas…
Destaca su paladar exquisito, su finura y sensibilidad estética, su pasión por lo humano y la ternura… De todas formas, el autor da cabida asimismo a la ironía, al humor sarcástico en la descripción de algunas situaciones, que reflejan la decadencia de la nación, y a través del mismo humor del conde.
Esa maravilla de la eficacia semántica, «camarada», podía emplearse como saludo de llegada o de despedida; para felicitar o para prevenir; para llamar a la acción, para reconvenir o, sencillamente, para atraer la atención de alguien en el abarrotado vestíbulo de un hotel de lujo. Y gracias a su versatilidad, el pueblo ruso por fin había podido librarse de formalidades cansinas, títulos anticuados y modismos fastidiosos, ¡y hasta de los nombres! ¿En qué otro lugar de Europa se podía saludar con una sola palabra a un paisano, ya fuera hombre o mujer, joven o viejo, amigo o enemigo?
Veremos cómo le cambia la vida hasta un final insospechado, mientras descubrimos la complejidad del alma humana, específicamente la rusa:
Sí, el incendio de Moscú fue algo especialmente ruso, amigo mío. De eso no cabe duda. Porque no fue un suceso aislado, sino que dio forma a ese tipo de sucesos. Un ejemplo con miles de precedentes. Porque los rusos, como pueblo, tenemos una tendencia asombrosa a destruir lo que nosotros mismos hemos creado.
