«¿De qué quieres escribir? ¿Qué quieres contar? Éstas son las preguntas que has de hacerte: es mi consejo».
Estas palabras me las dijo un profesor de literatura y escritor (Gabriel Insausti) cuando hablamos acerca de la escritura. Mi cabeza, nunca quieta, comenzó a tener durante una temporada estas preguntas a modo de banda sonora. Cogí un A3 y lo pegué en el armario: puse en mayúsculas los interrogantes, y comencé a escribir palabras cuando me surgían: dudas, vida, lo humano, lo que une, lo ininteligible, respuestas… Sobre esto quería escribir, y ¿para qué? Para explicarme a mí misma primero, vivirlo y luego comunicarlo.
Escribo poesía, narrativa, ensayo… Y en esa conversación con Gabriel definimos que cada género tiene su razón de escritura: conocer, mostrar, cuestionar.
Y en este proceso, muy brevemente descrito, volví a unos comentarios escuchados hace tiempo y me hice una autocrítica: si quiero avanzar y progresar, si quiero mejorar y de verdad comunicar, debo salir en la confortable zona de la autorreferencialidad.
Cierto es que la literatura, quizá de modo especial la poesía, emerge de la interioridad. El arte es subjetivo, pero no quiere decir por ello que se encierre en sí mismo. O mejor: que nos encierre en nosotros mismos (o en ello). Y por eso necesita depurarse, purificarse del lastre de no salir de sí.
Con esta mirada, empecé a observar: autores reconocidos actuales, los cuales no voy a nombrar para evitar malos entendidos «digitales», beben también de esto. Y gusta. Claro que gusta. La desnudez del alma, la sencillez, las palabras que golpean lo de dentro, nos llegan y nos conquistan. Pero llega a cansar. Yo me he cansado de mis palabras.
Entonces, me llegó otra pregunta: ¿Por qué los clásicos permanecen? ¿Qué tienen? Soy ambiciosa, pero no aspiro a contar entre ellos. Sin embargo, mi deseo es aprender de ellos: aprender un poco de su inmortalidad. Y si permanecen en el transcurso del tiempo es por su ejercicio de mostrar la realidad, de captar lo que tenemos delante y que es universal a la vez. Porque a todos nos sucede lo mismo: eso que se llama vida. Y «el arte es aquello que hace la vida más interesante que el arte» (Robert Filliou).
Y será subjetivo: lo objetivo es necesario y son datos, no obstante, los datos no nos cambian la vida. No me hacen cambiar mi modo de vivir.
Me reconocí en mí misma, y posteriormente en algunas tendencias literarias actuales, que la autorreferencialidad estaba jugando en mi contra: buscaba exteriorizar emociones, me reconcentraba en mí misma… Y esto no me permite comunicar: quizá en un primer estadio del proceso de búsqueda sí, pero necesita continuar progresando para entablar un diálogo fuera del espacio y del tiempo.
Escribir así puede exigir un compromiso con la honestidad. No se ocultan luchas ni preguntas. Se muestran. «Simplemente» se las deja hablar a través de mi mente, mi sensibilidad y mis manos.
La escritura como arte incomoda. Porque la vida es incómoda. Y no soy leal a la escritura, ni vivo la vida real, si me quedo en mi comodidad.
Es cuestión de mirada. Y de aprender a mirar. La transmisión en palabras viene con ello.
Dejo un fragmento de Septología de Jon Fosse. Habla de pintura, pero todo arte responde a las mismas derivas:
… al principio seguramente pintaba, o quería pintar, porque se me daba bien, pero poco a poco lo de pintar bien dejó de tener importancia, bueno, pasó a ser un error, no quería que se me diera bien, si quería pintar era solo para lograr decir algo que no podía decirse de otra manera, en fin, pintar para traer a la luz una cercanía ausente, tal como la pienso yo, pienso, bueno, para hacer que luzca la negrura, sí, pintar para sacar a la luz la oscuridad luminosa, pienso, y cuántas veces no habré pensado ya estos pensamientos, pienso, porque siempre pienso una y otra vez los mismos pensamientos y pinto una y otra vez los mismos cuadros, esa es la verdad, y aun así cada cuadro es distinto…

Menudo reto te espera… mucho ánimo! Lo leeremos cuando llegues al final del proceso
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Gracias!! A lo mejor pasan años jeje, pero así son los mejores retos
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