El otro día me dejaron un par de páginas arrancadas de una revista. Telva había publicado un relato breve de Marta San Miguel.

Primero me hizo ilusión el hecho de que vinieran a mí esas páginas: que la gente te diga «mira, te doy esto que me ha recordado a ti y seguro que te gusta», resulta muy agradable. Luego a veces se acierta o no, pero lo que importa es la asociación que hacen con las letras, y a mí me permite conocer más mundos, más autores, más palabras…

El relato me captó desde el primer instante. Sin embargo, no quisiera resumirlo pues perdería su encanto. Una mujer es hallada en una playa por unos surferos, desnuda. Parece que ha recibido algún golpe por parte del mar pues no recuerda nada… Y ya el relato nos conduce a una secuencia que no sé si llamaría surrealista.

Marta San Miguel define su propia escritura como un buceo entre lo poético y la ficción psicológica. Pues esto es lo que es. Un recorrido entre la desmemoria, el recuerdo y de nuevo el desconcierto de las reminiscencias deshechas.

Debería preocuparme por no recordar, pero encuentro en esta amnesia un paréntesis reconfortante, como si hubiera nacido de nuevo, como si no quisiera saber y por un rato estuviera bien esta levedad. Cuando llego arriba, noto un olor de comida a la plancha. Rebusco en el neceser y hay un par de billetes de veinte euros, monedas, en el bolsillo interior encuentro una cajetilla de tabaco negro. Y lo mejor, unas alpargatas unisex de talla única. Entro en el bar convertida en alguien que no existe y que me cubre.

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