Únicamente transcurre un día en cada una de las partes de las que se compone el libro.

No importa la acción, lo que se narra, ni los diálogos. Lo que importa es el juego del eje temporal: a veces el lector, quizá confundido, retrocederá para comprobar si se ha perdido algo y ha cambiado de jornada, o dónde se encuentra.

Además, junto con el tiempo, se entrelaza otro eje: el de la introspección psicológica. No importa la acción, como he dicho antes, pues lo que describe magistralmente son las miradas llenas de significado, las percepciones ante lo que se presencia o se siente, las escasas palabras que denotan un alto conocimiento entre los personajes, y del que apenas se nos ha hecho partícipes.

El primer día «relatado» consiste en la promesa de la señora Ramsay a su hijo James de visitar el faro al día siguiente. Su marido, gran intelectual, les intenta hacer caer en la verdad: va a llover y no va a ser posible.

haciendo una pausa, volvió la vista para encontrarse con el destello del faro, el destello largo, el último de los tres, que era su destello; porque, siempre, al contemplar las cosas con aquel estado de ánimo a aquella hora del día, resultaba inevitable sentirse especialmente atraída por una de ellas; y aquella cosa, aquel destello largo, era su destello. Con frecuencia se descubría mirando, inmóvil, con la labor entre las manos, hasta convertirse en la cosa que miraba, aquella luz, por ejemplo.

Se comienza entonces a entrever la relación difícil entre ambos cónyuges.

ni tampoco se permitió convertir en palabras su insatisfacción cuando se dio cuenta, al pasar de página, detenerse y oír el fragor sordo y ominoso de una ola al romperse, de cuál era su causa: lo poquísimo que le gustaba sentirse mejor que su marido; y, más aún, lo mucho que le desagradaba no estar completamente segura, cuando hablaba con él, de la verdad de lo que le decía. El hecho de que lo reclamaran universidades y personas particulares, la gran importancia de sus conferencias y libros…, todo aquello no lo dudaba ni por un momento; en cambio, le llenaba de zozobra su relación…

Se conocen demasiado bien, y el día no termina de la mejor manera debido a un incidente en la cena con invitados. Incidente a los ojos del señor Ramsay.

La señora Ramsay vio que la indignación le ascendía como una jauría de sabuesos hasta los ojos y la frente y presintió que al cabo de un momento se produciría una violenta explosión y que entonces…, pero, afortunadamente, vio que su marido se dominaba y que apretaba con fuerza el freno sobre la rueda y cómo el conjunto de su cuerpo parecía despedir chispas pero no palabras. Siguió haciendo muecas. No había dicho nada, quería que su mujer reparase en ello. ¡Que le concediera el mérito que tenía! Pero ¿por qué, después de todo, no iba a poder pedir un segundo plato de sopa el pobre Augustus?

Los distintos personajes van desfilando… Y se llega al segundo día narrado: han transcurrido diez años y la señora Ramsay ha fallecido.

Palabras que pueden ser evocaciones o suspiros a su presencia. Es ahora el señor Ramsay el que se dirige al faro con sus hijos…

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