Hoy es el Día Mundial de la Poesía. La UNESCO define así lo que es la poesía:
poesía es una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación. La poesía contribuye a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la manera en que usamos las palabras y las cosas, y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad. Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas
Es mucho. Y es poco.
Sucede así con todo lo grande, interior y real que atañe a la humanidad. Sí, es concreta, se manifiesta en palabras (o silencios, o signos), expresa ideas y sentimientos, actualiza reacciones y saberes. Es invisible y visible, y por ello, muy, muy, muy real.
Y por su realismo tangible, aunque etérea (me encanta lo paradójica que es. Fíjate, del estilo a como somos nosotros… ¿Tendrá alguna relación?), nos puede anclar al presente, nos puede coger el rostro entre sus manos y mantenerlo en una mirada profunda, hacia dentro y hacia fuera.
Y por ello mismo, es medicina absolutamente eficaz para una enfermedad actual que padecemos muchos de nosotros: la prisa. Correr, hacer, hiperactivos, consumistas (incluso de conocimiento o literatura), ¿y qué nos puede frenar? La poesía.
Necesitamos parar para leerla, escucharla, y dejarnos golpear. Posiblemente no sea por inmensas ideas que recoge (o sí, depende), sino aspectos sutiles de la realidad, del ser humano. Pero por ello, necesario que nos golpee para darnos cuenta de un hecho determinante: estamos vivos.
