Días de descanso, de desconectar con la realidad, meterme dentro… Y también, meterme en lo de fuera. Y en esa calma, cierta vorágine de inseguridades: he empezado a trabajarme con El camino del artista. Simultáneamente, algunas críticas, positiva y negativa. Escribir, ¿de qué? ¿De qué hablar cuando ya se han dicho tantas cosas y mejor? ¿Cómo hablar si no espero nada y a la vez todo porque es mi razón para mirar? Quizá esté obviando la pregunta importante: ¿por qué?

No sé si tengo algo que decir al mundo. No sé si mis palabras resonarán en alguien. No sé si superaré la barrera del ser desconocida. Pero intuyo que eso no debería importarme.

Soy como una niña pequeña: los niños necesitan tocar y llevarse a la boca los elementos para conocerlos. Es su forma de dar nombre. Yo necesito mirar y «tocar» con palabras, y que de mis labios salgan las letras que nombran eso tan complejo que llaman vida…

Ah, y feliz Día a la Escritoras.

Cuando te rompes.
Ese instante preciso
y no otro.
Cuando quiebras tu no-cuerpo,
y tus miembros se vuelven
liviana
espuma
etéreo
suspiro
que enmudece la humedad.
Cuando tu voz se hace figura
al caer
precipitadamente
sobre ti, sobre otro,
sobre un vaivén constante
que te sobrevive,
que no distingue entre tú, yo, otros.
Cuando tu aire se deja caer
arrastrando diminutas miradas
de tierra
de aguas
de nubes.
Cuando caes te rompes
en un aliento que no respira.
Que calla todo lo que queda por decir.
Cuando te derrumbas,
caes rompiendo en fragmentos
las cenizas de los pensamientos.
Exhalas el agua
la espuma
que te respira
mientras tu voz golpea
dentro
muy dentro.
Porque cuando te rompes
eres pedazos.
Restos de un no-ser
que eres tú. O los otros.

2 comentarios sobre “Cuando te rompes

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