En esta ocasión, he sido el propio Ánsar que ha volado descubriendo parajes nuevos. He tratado de reflejar mis sonidos en un relato. Al revés de como he hecho hasta ahora… 

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El crujido de la cremallera y un suspiro profundo dieron por finalizado el esfuerzo por cerrar la maleta. Un breve repaso mental: pijama, ropa, el conjunto para la boda, maquillaje, todos los productos para la cara y el cuerpo… Revisé que tenía en el bolso el cable para el móvil, la batería portátil, los cascos, el e-book… y mi libreta.

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– ¿¿Que  se casa?? – exclamé sorprendida por lo inesperado de la noticia. Mi madre sonreía  con emoción contenida, pues su interior era una auténtica explosión.

– Pero, ¿cuándo? ¿Dónde?

– A finales de julio… y allí. Por ahora sólo vamos Gonzalo y yo… ¿Tú puedes?

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Y aquí estamos. El avión acaba de aterrizar en Riga. Sí… éste era nuestro destino. Ella, Signe, es de Letonia. Vienen a buscarnos los dos en coche. El viaje aún no ha concluido: en dos horas y media aproximadamente llegaremos a Madona, donde residen ellos y su familia.

Mis ojos comienzan a beber colores, luces, texturas… Observo una gama brillante de verdes que nunca he visto, signo de vida, de intensidad. El atardecer ha sido lento, pausado, otorgando nuevas tonalidades a los bosques y caminos. Paramos unos minutos en un parque: Liktendarzs se está construyendo con el fin de celebrar los 100 años de historia del país. Este dato impacta… Y colocamos una piedra cada uno en un “anfiteatro” natural y rocoso, posibilidad de que todo el mundo colabore con su “granito de piedra” en la realización del parque.

Poco después, llegamos a lo que va a ser nuestra casa: Villis sale a recibirnos y nos muestra el interior del antiguo almacén de grano. Olor a madera y humedad; crujido de historia y lo genuino… Una lucha pacífica e insonora por la propia identidad.

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Ramo de flores de papel. Y otro ramo de flores, cada una de las cuales son regaladas por los asistentes (unos 15). Poco antes de la boda, la familia de Signe nos dirigió a una tienda de flores para comprarlas: cada uno escogió la que quiso.

Letón y español entremezclados con armonía en la ceremonia.

Brindis y picnic en un entorno sencillo y auténtico: la sorpresa la ha preparado su familia, pues es costumbre que los novios sean sorprendidos en su celebración; y es en la casa de un panadero, donde los recién casados elaboran varias piezas de pan. Un horno de leña con brasas… Olor auténtico.

La dificultad de comunicación quedó relegada por la naturalidad de los gestos, la firmeza y delicadeza de la acogida. Signe nos muestra con íntimo cariño y devoción rasgos de su nación, de su historia, de su familia. No hay palabra o expresión que no dé paso a la sensación de estar ante un panorama en cierto modo insólito: ¡cuántas cosas superfluas a las que doy excesiva importancia en mi día a día!

Al día siguiente nos dirige Signe a un taller de cerámica de un conocido de la familia. Nos muestra el valor de lo que supone su vida: un arte oculto en unas piezas de cerámica únicas. Brillantes y opacas, coloridas o negras… realizadas mediante un sinfín de horas de paciencia y esfuerzo, donde solamente se deja guiar por sus sentidos: el crepitar de las llamas le indica la temperatura, la arcilla en los pliegues de la piel se moldea, la presión del horno para que el humo se integre con el barro…

Nos espera la familia en su casa: ¡qué orgullo escapa de sus ojos! Me estremece palpar la dedicación que posee cada miembro de la familia por levantar su hogar, recuperada tras los años de ocupación soviética. El ardor de la tierra viva llega al cuerpo al conocer cómo trabajan. Aún mejor: la pasión que ponen en cada árbol plantado, en cada surco, en cada rincón de la casa… Familia y la tierra: su vida. Manos recias y ásperas que transpiran horas y horas de una cercanía intensa con las herramientas y la naturaleza. Un estanque es su piscina: choca ante mi ojo acomodado el aspecto de esa agua con respecto al cloro que hay en la mía. Brota en mi interior un deseo de alcanzar aquello.

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Cantos, regalos, sonrisas, detalles, abrazos… Dos mundos distintos: de la comodidad, las tecnologías, el bullicio y el humo de los atascos, a la naturalidad, la sencillez, el silencio y las miradas. Signe continuaba enseñándonos tanto en Madona como en Riga retazos de su pasado que han conformado su presente: su escuela de música, su colegio, su facultad, la ópera y el teatro, la cárcel soviética, la reconstrucción lenta de los edificios destrozados y abandonados… El parque donde los letones se enfrentaron en el año de la liberación, 1991, a cuerpo descubierto a los tanques soviéticos: quería destruir su cultura, su tierra, su ser. Y lograron vencer a la opresión que les robaba su libertad sin armas. Unidos y fuertes: no una fuerza física, sino otra bien distinta. Vencieron la ideología soviética mediante la unión de los Países Bálticos. Como la increíble naturaleza que los rodea.

En el parque de Liktendarzs dejé mi piedra: no una simple huella en este país Báltico,  sino una parte de mí que no iba a tardar en ser conquistada.

Como colofón, mi visita al punto de encuentro literario de Riga: Rainis se alza entre árboles y piedra para que las letras acudan a su llamada muda. Signe recitó unos versos, puertas que me han adentrado definitivamente en su cultura y tradición,  su lucha y su pasión. En la vida de Letonia.

SAULES BĒRNIŅAM                              PARA EL NIÑO DEL SOL
Nemīli mani,                                           No me ames,
Mans bērns, mans prieks:                  Mi niño, mi alegría:
Saule tev neļaus,                                  El sol no te lo permitirá,
Un mēness tev liegs;                            Y la luna lo impedirá;
Zvaigznes tev zudīs                 Las estrellas por ti se desvanecerán
Kā pavasarsniegs.                               Como la nieve en primavera.
Nemīli mani,                                          No me ames,
Mans bērns, mans prieks!                  Mi niño, ¡mi alegría!

 

 

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