Indonesia: otra cultura, otra religión. Ambiente rural y de pobreza. Y, sin embargo, se traslada a nuestras situaciones, inquietudes, luchas…
No existe el derecho a la educación, porque se trata de un elemento puramente mercantil: si tienes dinero, lo puedes comprar. Puedes comprar tu «sello de calidad», pero una etiqueta vacía. Un sinsentido.
¿Por qué, entonces, diez niños, una profesora adolescente y un director mayor se enfrentan a su sociedad? ¿Por qué luchan por mantener en pie su escuela? El gobierno, al no valorar realmente el conocimiento, pretende derrumbar la caseta que sirve de escuela para poder desplegar sus intereses económicos (el petróleo).
¿Lograrán vencer? En realidad, ¿qué les aporta unos estudios a niños sin recursos, que caminan descalzos, condenados a un trabajo de explotación por sobrevivir? ¿Podrán cambiar el rumbo predeterminado de su país?
Escucha el grito silencioso y eficaz de protesta.
«Las personas que somos hoy fueron modeladas en aquella escuela tiempo atrás (…). Habíamos aprendido el espíritu de dar el máximo posible en lugar de recibir el máximo posible. Aquella mentalidad nos hizo estar agradecidos, aun en la pobreza. Y los humildes Bu Mus y Pak Harfan [la profesora y el director] me habían dado la más hermosa de las infancias, amistades y compañeros enriquecedoras, algo de un valor incalculable. Quizá me equivoque, pero en mi opinión, este es en realidad el aliento de la enseñanza y el alma de una institución llamada escuela».
