He leído bastantes libros en verano, pero si tuviera que destacar uno, sin duda sería éste. No conocía al autor y me lo sugirieron con algunas advertencias previas: va a jugar contigo mientras lees, es increíble su dominio de la palabra y de la realidad.
Y efectivamente, esto es lo que me he encontrado. Una secuencia de cuatro relatos, donde el primero y el último suponen, así los vi yo al leerlos, un calentamiento y un «tranquilizante» para la trama central de las otras dos historias.
Estamos ante la mezcla, nada forzosa, al contrario, es natural, y nos conduce a los lectores por esa trama hilada entre realidad y elementos que diríamos de ficción, pero que no dudamos en que sean reales en la secuencia.
Hacía mucho que no leía un autor contemporáneo con semejante dominio de la prosa, la estructura, la descripción, el juego de pronombres y personajes, confundiéndonos en ocasiones entre los sueños y la realidad, el pasado y el presente, incluso el futuro, la ciencia y lo humanístico…
Si en la actualidad nos caracterizamos por seres fragmentados (consecuencia de la sociedad posmoderna, o al revés…), este rasgo aparece dibujado en las palabras y secuencias de pensamientos, diálogos y situaciones.
Si actualmente, «bailamos» entre el rigor científico, el toque de buen humor, y cierta liberalidad, estos aspectos aparecen reflejados en los personajes, los narradores (a veces confusos) y los hechos. Todo volcado en numerosas ocasiones sin apenas pausas largas, siguiendo el hilo de un pensamiento, una conversación… o los sueños.
Lo que se percibe en definitiva es una mente privilegiada para «recrear» la realidad como quiere. Mejor dicho, como le sugieren sus propios personajes y circunstancias.
Toda una obra de arte si estamos dispuestos a pactar con el desconcierto de nuestros esquemas, y buscar la estructura que hay detrás.
En el sombrero no quedaban más que tres papelitos con los lugares de juego: la antigua escuela, el torreón y mi habitación. Ester, desafortunada como de costumbre, extrajo el sitio más cerrado, el más modesto: la habitación ¿Qué puedes hacer en una habitación abarrotada, con una estufa de cerámica, una cama y prácticamente nada más? No conocía por entonces una verdad que el acceso a REM me revelaría con la fuerza de la evidencia y que no olvidaré jamás: cuanto más estrecho sea el espacio de la acción o del juego o del pensamiento, más ancho es el resto del mundo, es decir, el Mundo. Y merece siempre la pena encogerse, incluso hasta la inexistencia, para acrecentar así la maravilla del mundo.
No me resisto a dejar otro ejemplo de su escritura, además de guardar relación con la cita anterior…
… tras una explosión seca. Habían desaparecido incluso las paredes y el techo, nos encontrábamos rodeadas por el océano del aire gélido, de la montaña, del color del zafiro. Nos encontrábamos sobre el lomo de un inmenso elefante de piedra, tallado sobre la cima de una montaña gigantesca, blanca como la leche. La montaña era, de hecho, un pico rocoso afilado como una cuchilla, salpicado de macizos de enebros encaramados en algunas pequeñas mesetas a nuestros pies. Alucinante, inaccesible, el monte con el elefante en la cima se alzaba sobre un mundo plano, adivinándose a través del aire transparente como una botella azulada. Los colmillos de marfil y la trompa enhiesta conferían al elefante un aspecto belicoso y real. Arremolinadas en torno a la cama en que Puia seguía acostada, con las manos entrelazadas, no nos cansábamos de contemplar el mundo.

Magnífico autor ……un punto y aparte en la literatura.
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Increible este autor, el único ejemplo de la novela posmoderna que conozco hasta la fecha. Ánimo todas sus obras son a cual mejor….
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