Para Fosse, escribir es un modo de estar en el mundo, no una simple actividad para contar sus pensamientos y opiniones. Él adopta la postura de toma de conciencia de la escritura como vehículo de conocimiento, no sólo de mostrar.
Es por ello que las palabras que surgen de él sean precisas, concisas, nada ampulosas ni siquiera excesivas, en ocasiones repetitivas, como si avanzara un par de metros y retrocediera para volver a caminar… O detenerse a contemplar el recorrido. Es su manera de llamarnos la atención: ¡Eh! Lo importante, lo esencial de la vida y del pensamiento es esto, sucede en esto… Y esta llamada la quiere realizar en todos los niveles: quiere implicarnos en su propio camino de búsqueda de lo esencial. Y para esto emplea un estilo de salmodia.
… al menos ninguno ha mirado hacia donde estoy en mi coche mientras comienza a oscurecer lentamente, sigue habiendo luz, pero la oscuridad se ha metido en el aire, despacio, despacio se va metiendo la oscuridad en el aire, pienso, mirando al joven del abrigo negro que está sentado en un banco con un bolso de cuero marrón al hombro y a la joven que está sentada en un columpio con una falda morada, porque ahí siguen los dos, inmóviles, sí, como si formaran parte de una pintura, eso también, aunque al pintar siempre trato de borrar pintando las imágenes que se han agarrado a mí, como esta imagen…
Además, nos enseña una actitud que quizá practicamos poco: la necesidad de callar cuando no se puede hablar, o cuando las palabras chocarían irrevocablemente contra la realidad (interior o no). De ahí que haya que prestar atención a lo dicho y lo no dicho para captar más enteramente su obra: ningún elemento mantiene una presencia azarosa y sin sentido.
… y puede ser un simple trazo lo que hace que el cuadro hable de esa manera, y no hay quien lo entienda, pienso, y, pienso, pasa lo mismo con la poesía que me gusta leer, lo importante no es lo que directamente dice sobre esto o lo otro, sino otra cosa, algo que habla calladamente en el interior y alrededor de las frases, pero, así ha sido la cosa, en el sobrado sólo tengo cuadros de los grandes…
Septología recoge tres volúmenes cuyos títulos son sugerentes: El otro nombre, Yo es otro y
Un nuevo nombre. Asistimos a un progreso existencial, no sencillo de seguir. No sólo por su particular estilo de escribir (los hilos de pensamiento se entrelazan con las conversaciones austeras, lo que se ve, los sueños, los recuerdos…), sino porque el camino en sí resulta difícil para cada uno: ¿cuál es mi identidad? ¿Quiénes son ellos? ¿Quién fui? ¿Qué hago? ¿Cómo vuelvo a la vida si me «han quitado» lo que me mantenía a flote? ¿Tiene sentido vivir así?
No son preguntas que aparezcan directamente, pero sí surgen al leer la historia de este pintor viudo, cuyo motivo de lucha contra unas adiciones era su mujer, Ales. En su mismo modo y estilo de pintar cabe una profunda reflexión.
… y pienso que Ales decía también que Dios no es omnipotente, sino que es potente, poderoso, por medio de su impotencia, el Dios que en forma de Jesucristo cuelga impotente en la cruz es el Dios poderoso, es la impotencia la que da poder, la que da omnipotencia, porque la eternidad, bueno, Dios, es impotencia y no poder, pienso, al menos eso pensaba Ales, pienso, y pienso que esto no son más que pensamientos vacíos, pero esto es lo que pienso, que es la impotencia la que proporciona la omnipotencia, aunque lo que yo piense importa poco o nada, y miro la nieve que cubre el parabrisas y pienso que el otro día paré el coche en la salida hacia la casa marrón y entonces vi a una pareja de novios en un parque infantil…
Nombres que se duplican: ¿Hablan del mismo? ¿Son distintos? ¿Alter ego del autor, del propio pintor… del lector? Y no sólo el del protagonista, sino otros nombres… Nos vemos inmersos en la misma vista del fiordo, del mar, a través de la ventana. Él, Asle, clava ahí la mirada y el resto de cosas suceden: su buen amigo, Asle, al que lleva al hospital, intenta verle y saber de él; nada. Su amigo vecino que le compra cuadros y le invita cada año a la cena de Nochebuena con su hermana. La pareja joven en el parque que se entregan al amor.
Si quieres controlar la historia, si quieres escapar de cualquier reflexión trascendental, evita que las páginas de este libro te atrapen. La clave es dejarse conducir y aprender lo que merece la pena decir o callar.
pasé de largo el bloque en el que tiene su casa en Skutevika, como si Asle pesara demasiado, como si su dolor o su tormento, quizá esta palabra sea más acertada, me impulsaran a alejarme, no porque no quiera estar con él, sino porque, no, no sé, pero quise alejarme ¿y quizá pensara que de alguna manera podía llevarme su dolor y arrastrarlo conmigo, que podía alejar de él el tormento si continuaba mi camino?
