Hacía mucho que no veía un CD. Mejor dicho: hacía mucho que no tenía que buscar un dispositivo para escuchar un CD.
Llegó un librito a mis manos, El paraíso y los gatos, de Bernardo Atxaga. No sólo leer las concisas e intensas palabras
– Dígame, don Eulogio. En su opinión, ¿dónde está el paraíso?
No ocurrió con la pregunta lo que con el humo de los cigarros y los puros. Era demasiado voluminosa como para que se la llevara la brisa.
En la terraza del restaurante se hizo el silencio. Todos aguardaban la respuesta.
Don Eulogio abrió los brazos abarcando la terraza, el santuario, las montañas de Arantzazu, el mundo.
Y se escucha la voz del autor mostrando estas divagaciones hasta llegar a un fragmento musical de Jabier Muguruza:

Y se suceden los personajes, las frases pausadas, dibujando intimidades fugaces que pueden ser las nuestras.
«¿Y la gente de tu familia? ¿Qué tal? ¿Se encuentran bien?». Está disimulando, ha aprendido a disimular. No reconoce a la persona que se le ha acercado. Si embargo, se trata de Mónica, su amiga de siempre. Durante muchos años asistieron juntas a las clases de gimnasia del polideportivo del pueblo. Lo único, que Beatriz no se acuerda de las horas pasadas coreando lo de «un-dos-tres y arriba! un-dos-tres y abajo!». Así que se enfada, y se aleja a toda prisa mientras murmura: «Pero ¿de qué me conoce ésa?».
Son muchos los que, al igual que Mónica, se le acercan por la calle. La saludan con simpatía, a veces le dan un beso. De tanto repetirse, la escena le empieza a angustiar. En sus ojos aparece una sombra. Intuye que algo se le escapa, que hay algo importante que no comprende: pero no pasa de esa sospecha, y se queda en ella, inmóvil, como al borde de un precipicio. «¡Beatriz!», la llaman al pasar. «Sí, adiós, ¡hasta luego!», responde ella apretando el paso. La sombra le come la mirada. Está asustada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha llegado a ese lugar donde sólo hay desconocidos?
Y al acabar de narrar este episodio, el autor deja paso a otra voz, otros versos…
Un modo de leer y de dejarse arrastrar por una voz, varias voces, una música, otro idioma… ¿Y si no hubiera podido escuchar el CD por no encontrar un dispositivo? Letras, sí, pero sin escuchar lo que necesita este sencillo librito para captar su esencia.
Así empieza…
