La primera vez que leí los tres tomos de El Señor de los Anillos, junto con El hobbit y El Silmarillion, tenía 13 años. Los leí varias veces, pero sólo ahora, de adulta, lo he releído. Ganas no me faltaban, porque sé todo lo que hay detrás de esta gran historia. Y por fin he podido hacerlo, también gracias al audiolibro (recomiendo vivamente la versión de Audible).
Me parece que no tiene sentido hacer un resumen como he hecho en otras publicaciones, en las que de todas formas dejo que sea el propio libro el que hable de sí mismo.
Para mí no se trata únicamente de un libro de ficción, como pueda ser Harry Potter, por ejemplo. Es un mundo creado filológicamente con maestría por un gran estudioso de las lenguas y culturas. Es un mito, más que fantasía. La fantasía nos entretiene y nos evade. El mito habla de nosotros, para nosotros y, en ocasiones, por nosotros, que quizá carezcamos de palabras, recursos para expresarnos.
Tolkien fue capaz de construir una historia, con su pasado y presente, unas lenguas con su gramática y vocabulario, unas razas con sus antecesores… para mostrar una dinámica de la lucha entre el bien y el mal muy cercana a la historia de la humanidad: dudas, fracasos, debilidades, alegrías, cobardías, lealtades… Éste, y más elementos universales, son los que componen el entramado de la historia del Anillo. Si pudiera decirlo en escasas palabras, se trataría de la historia de una esperanza, que no es la certeza de que algo saldrá bien o que la empresa tendrá éxito, sino que es la lucha porque se conoce y se ve el sentido de dicha lucha. Y esto habla de nosotros, de ti y de mí, de nuestro día a día. Y en esto consiste nuestra postrera gloria, sea cual sea el resultado. Posiblemente sea un aprendizaje duro, pero es vital…
Salido de la duda, libre de las tinieblas, cantando al sol galopó hacia el amanecer, desnudando la espalda.
Encendió una nueva esperanza, y murió esperanzado;fue más allá de la muerte, el miedo y el destino; dejó atrás la ruina, y la vida, y entró en la larga gloria.
Dicha historia no tiene un único héroe, sino varios, y algunos accidentales, o incluso no con intenciones de serlo. Resulta increíble, de hecho, que (atención, spoiler para los que no sepan de qué va y cómo acaba) al final el que consiga realizar la misión no sea ninguno de estos que han tratado de cumplirla. Y el principal aspecto que une en cierto modo a estos distintos héroes (Frodo, Sam, Gandalf, Pippin, Éomer, Aragorn, Faramir, Boromir, Théoden, etc., y los menos conocidos) es la renuncia.
También yo lo creía, en un tiempo. Pero he sufrido heridas demasiado profundas, Sam. Intenté salvar la Comarca, y la he salvado; pero no para mí. Así suele ocurrir, Sam, cuando las cosas están en peligro: alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven.
Hay pequeñas renuncias, como a la comodidad o fumar en pipa, y grandes como dar la vida por los amigos o renunciar a la inmortalidad por amor. Por eso podemos vernos reflejados, a pesar de ser un constructo imaginario. De hecho, diría casi que precisamente por eso.
La sabiduría impregna cada página, suceso o diálogo de estos libros, pero hace falta una mirada en cierto modo profunda, que trascienda la mera aventura y nos la dirija a su vez a nuestra cotidianeidad:
Son vestiduras hermosas, y la tela es buena, pues ha sido tejida en este país. Son por cierto ropas élficas, si eso querías decir. Hoja y rama, agua y piedra: tienen el color y la belleza de todas esas cosas que amamos a la luz del crepúsculo en Lórien, pues en todo lo que hacemos ponemos el pensamiento de todo lo que amamos. Sin embargo son ropas, no armaduras, y no pararán ni la flecha ni la espada. Pero os serán muy útiles: son livianas para llevar, abrigadas o frescas de acuerdo con las necesidades del momento.

Buenisimo el comentario ! Quiero volver a leerlo!!!
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Te animo a hacerlo!! Y puedes aprovechar el audiolibro 😉
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