«Un día la vida se despedirá así de nosotros – pensó Vince -, de repente, sin volver la cabeza siquiera. Me gustaría que lo hiciera así, discretamente, sin anunciarse de antemano».
Y así le sucede: Vince muere debido a un cáncer sin saberlo. Tanto Iza como su madre han acordado no revelárselo para que no sufra durante sus últimos meses. Iza, doctora y con una personalidad ecuánime, se convierte en un sello de calidad en cuanto al equilibro interior y exterior se refiere. Siendo pequeña quedaba demostrada que siempre tenía razón cuando la regañaban; se sacó la carrera de Medicina con notas brillantes y ahora no pone límites a su horario, pues escucha a los pacientes hasta el final… Incluso, cuando su marido le pidió el divorcio, no mostró alteración alguna. Nunca llora, nunca deja de trabajar, pendiente de los demás…
Sin embargo… algo falla. El nudo sigue apretando.
Decide trasladar a su madre a su propia vivienda en Budapest: pretender preservarla de una vez por todas de cualquier vestigio de sufrimiento. Le asegura su bienestar, su comodidad… en fin, su felicidad. No obstante, ¿una anciana acostumbrada a la vida trabajosa del campo, y sin conocer los electrodomésticos o la calefacción, puede ser feliz sin hacer nada?
Los días transcurren buscando modos de sorprender a su hija, tan perfecta, tan atenta… y su hija los desprecia porque tiene que dejarse cuidar. Tienen una empleada, dinero… Es su momento de descansar…
Percibe algo que le consume… que se realza cuando descubre que en realidad es un estorbo: todas sus buenas intenciones quedan sepultadas bajo las piedras invisibles de la frialdad, la rutina organizada de la Iza. Y le sigue apretando por dentro: se siente desagradecida por no valorar tanta atención y cuidado. ¿Qué falla?
Llega el día en que puede volver a su pueblo: han finalizado de esculpir la lápida de su marido, y la madre acude para ver su colocación, ansiosa de reencontrar viejas voces interiores. Las sigue hasta un lugar significativo para Vince y para ella…
Una llamada a Budapest altera el plan de descanso de Iza, en unos días sin el peso de la presencia de su madre… Poco a poco, el ex-marido, su nueva prometida, recuerdos de Vince, una jarra de agua fría… golpean el rostro de Iza.
La autora dibuja con palabras y frases las distintas personalidades, logrando una identificación con el lector, sumergiéndole en cada movimiento interior de los personajes… que comprueba muchas veces sus propios sentimientos o ideas en palabras acertadas y descriptivas. Un dominio de la interioridad.
