Las lecciones de los libros muchas veces hacen más cierta esperiencia de las cosas que no la tienen los mismos que las han visto, a causa de que el que lee con atención repara una y muchas veces en lo que va leyendo, y el que mira sin ella no repara en nada y, con esto, excede la lección a la vista.
Los trabajos de Persiles y Segismunda
De la mano de Cervantes, la que siguió poseyendo, nos introducimos en estas líneas del Persiles para aprender su consejo…
¿Qué relación tiene la lectura, los libros, con la capacidad de experimentar más intensamente? ¿Pensáis que existe realmente?
A veces las palabras que leemos nos descubren mundos, aspectos, personas, caracteres… nuevos, desconocidos para nosotros. Y en otras ocasiones, quizá no se trate de algo desconocido, pero no sabíamos qué palabras emplear para describirlo o, al menos, para nombrarlo. ¿No os ha sucedido en algún momento, tras leer ciertas palabras, que habéis exclamado: «¡pero si esto es…!»? Y conseguimos poner palabras a una reacción que hemos tenido o que han mostrado otros, un olor que nos envuelve y no acertamos a hablar de ello, una sensación siempre oculta con un gesto o una onomatopeya…
No obstante, si aprendemos ese infinito mundo de palabras y conceptos, las reconoceremos cuando las vivamos y nos detendremos a admirar, a reflexionar, a cambiar… según se trate de algo positivo o negativo, o de tonos grises, pues pocas cosas son blancas o negras.
Ya conocéis mi lema tomado de Flaubert: «Lea para vivir». Para saber y conocer lo que vivimos… y aun lo que no.
A este nivel.., las palabras se encuentran más allá del diccionario. Por ello encuentro muy acertada esta reflexión sobre la traducción de la experiencia traspasando el significado literal de las frases y de las palabras.
Me gustaLe gusta a 1 persona