«Tu madre, vuestra madre, se ha perdido en el metro… Seúl es muy grande, ¿los carteles que estáis haciendo serán suficientes? Sí, probad con la palabra recompensa…».
Una figura que siempre ha permanecido pero sin brillo. Un cuerpo que emitía movimientos, sonidos… Casi nadie reparaba en ella, «y tampoco vosotros». Siempre estaba ahí, ¿quién iba a decir lo que se podía desvelar tras su desaparición?
La mayoría de la narración está en segunda persona, lo que permite a la autora penetrar a cada personaje como si el lector fuera el que emite esas palabras. Deposita en nuestras manos el poder de conocimiento de sus propios personajes: y nos movemos entre juicios y emociones; sensaciones y secretos… Relato sencillo y preciso que nos envuelve en un camino en el que el corazón se conmueve, la sensibilidad se conmociona…
En definitiva, un canto a esa figura tantas veces oculta hasta que desaparece realmente. Un canto a esa figura que indica permanencia, a pesar de los pesares.
- ELVIRA