No se le ve,
pero está detrás, seguro,
imperial rostro insufrible,
dueño de lo último.
Aunque me deje ganar
fingidamente un instante
¡qué falsa siento mi fuerza,
que él me presta contra él!
Yo lo sé:
lo mío no es mío, es suyo.
Lo eterno, suyo. Vendrá,
—¡qué bien le siento!— por ello.
Voy a verle cara a cara:
porque ya se está quitando,
porque está tirando ya,
los cielos, las alegrías,
los disimulos, los tiempos,
las palabras, antifaces
leves que yo le ponía
contra —¡irresistible luz!—
su rostro de sin remedio
eternidad, él, silencio.
Los traigo ahora porque me han servido para una reflexión en estos días duros de incertidumbre, sufrimiento, muerte… y un sentimiento de falta de control.
Llevábamos mucho tiempo de progreso y avance, de conocimiento y ciencia. ¿El ser humano capaz de controlar todo, absolutamente todo? ¿El ser humano convertido en un dios todopoderoso y libre de toda cadena aparente?
Y entonces, un virus. Con origen dudoso, con síntomas cambiantes, con desconocido antídoto…
Me construí sobre un pedestal del que no recibía nada porque no me era necesario. Recibir es cosa de frágiles y dependientes. Y yo… Fuerza, control, poder.
Y un virus nos ha sacudido: ¿cómo nos sentimos siendo nada? Necesitamos recibir… Una cuarentena de entrenamiento. Porque esa falsa independencia se ha hecho pedazos: es una mentira. En cambio… reconocerme como criatura dependiente y abierta a recibir me transforma en una persona mucho más libre… y mucho más fuerte.
Porque solos… no llegaremos muy lejos.
Salinas conoce al ser humano como pocos y sus poemas siempre son actualidad, el ser humano siempre cae en la misma piedra y es la naturaleza la que le vuelve a poner en su sitio. Muchas gracias por esta reflexión sobre la tragedia en la que estamos sumidos.
Me gustaLe gusta a 1 persona