Continuamos el Mes del Libro con Benito Pérez Galdós, para celebrar el centenario de su muerte (1920).

Mi primer conocimiento del autor ocurrió en 4º de la ESO, cuando comenzamos a leer en la clase de lengua en voz alta Misericordia. Reconozco que no fue hasta la carrera cuando comencé a «cogerle el gustillo», porque leíamos esta novela en la clase de las tres de la tarde, lo cual no resultó el mejor modo para «entenderse» con Galdós.

Tras la palabra que compone el título, entramos en un Madrid formado de letras: muy real, muy conocido… muy «pisado». Galdós conocía perfectamente la realidad que le rodeaba, y así lo mostró.

Se nos abre un mundo de mendigos, pordioseros, tullidos… «Miseria». El autor quiso introducirse en este panorama para clamar silenciosamente la degradación humana: ¡misericordia! Esta palabra se personifica en Benina, una mujer a la que han dado de lado una familia que ha perdido su fortuna.

Ella, que se desvivió por ellos, resulta apartada… como una pesada carga. Y sin embargo… no hay en ella rencor alguno. Su nombre y el título se entrelazan para mostrar su bondad, pues una vez que ha sido echada de la familia, decide cuidar a un pobre ciego.

Esta novela se encuentra en la etapa espiritual del autor; se trata de las últimas que escribió, mostrando su dominio del lenguaje y de su entorno, su profundidad psicológica humana, su mirada atenta… y comprometida.

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ELVIRA

Un comentario sobre “Misericordia, de B. Pérez Galdós

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