Cada persona percibe la realidad de una manera. Asher, un niño judío, lo ve mediante colores, formas, líneas… Ha nacido con un don artístico: la pintura. Es un genio, pero se tropieza continuamente con su padre y lo que él representa: una vivencia profundamente observante del judaísmo (los Hasidi Ladover), tienen prohibido representar imágenes, y su padre, además, lo condena por pérdida de tiempo, inutilidad frívola.
No lo puede evitar. No entiende tampoco por qué no puede realizar lo que le ha sido dado. Cosa inusitada, es convocado por el rabino. Conversaciones parcas, desconcertantes, y que, simultáneamente, no dejan a un lado el don de Asher.
Potok transmite de forma magistral y ahondando en la psicología humana, cómo un artista plasma su interioridad y lo que percibe, especialmente, el sufrimiento de su madre. No obstante, quizá esto le haga pasarse de la raya y que tenga lugar una decisión irrevocable sobre él… ¿de por vida?
Tengo 32 años, y soy Licenciada en Filología Hispánica (con la especialidad de Lengua). Una de mis pasiones es la lectura: aprender todo lo que me muestra un libro, desde una cultura o época desconocida hasta formas de ser con las que tropiezo diariamente. Las páginas de un buen libro me ayudan a conocerme a mí misma, a los demás... creciendo en un autoconocimiento que es apoyo para enfrentarme a mis realidades y circunstancias; y fortaleciendo una empatía con personas que, quizá, de modo natural nunca me hubiera acercado... Mi segunda pasión: escribir. Lo que veo, lo que vivo, lo que siento, lo que oigo... Transformar las imágenes de un pensamiento en palabras que pueden ser reconocidas por otros, para vivirlas más intensamente.
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