Mito conocido que provoca gestos consabidos de pleno reconocimiento. ¿Es así? ¿Domino tanto su trama, visible y oculta? Desde que tenemos corta edad nos cuentan o leemos versiones adaptadas de la obra. De mayores, la releemos quizá por ser lectura obligatoria. Pero, ¿nos hemos dejado empapar por el drama? ¿Lo asumimos simplemente como parte de nuestra literatura?
Características del Romanticismo que aleja la obra de una concepción acaramelada o desgarradora del amor. Con palabras que guardan la vehemencia de la pasión, luchas que muestran el amor más allá de la vida, odios quizá irracionales en una sociedad de época, una culpabilidad que roza la desesperación. No existe un posible perdón, ni siquiera a sí mismo… ¿Cabe una redención que limpie tal culpa? Tiempo y espacio quedan supeditados a la trama, que vuela desde las paredes de un convento o de una casa hasta el mundo de los muertos.
Una lectura sin ideas o juicios previos; una representación anclada a un mes del año… Don Juan Tenorio es algo más: caracteres universales que portamos en nuestras vidas, reacciones humanas que nos hacen comprender otras realidades… permiten la aparición de ciertas preguntas que quizá apartemos de nuestras mentes: ¿el más allá? ¿La muerte? ¿La vida tiene sentido?
Dejemos a un lado una visión teórica de simple cultura literaria de esta obra, y vamos a atrevernos a sumergirnos en sus palabras. A diferencia del de Tirso de Molina, el amor sana cualquier herida y es capaz de redimir obviando errores.
