A la edad de dos años, Helen Keller pierde la vista y el oído tras una enfermedad. El escaso mundo que conocía quedó oscurecido en su mente. Las pocas palabras que aprendió a pronunciar fueron olvidadas.
¿Cómo aprender a comunicarse sin tener referencias de cualquier realidad? Sus dedos tocan una mesa, pero no sabe lo que es, no sabe nombrarlo. Antes de comunicar, ¿cómo se piensa sin la existencia de palabras, de conceptos, y sin la capacidad de poder relaciones a través de los ojos o los oídos? En definitiva, ¿cómo se puede llegar a conocer realidades como el agua, muñecas o el amor y el ser una familia?
Gracias a la paciencia, constancia y abnegación de su maestra, superó las limitaciones físicas, las de su propio carácter (arisco y tozudo) y las de la aparente condena a la incomunicación.
¿Es posible enseñar a escribir, nombrar, hablar y pensar sin referencias para la niña? Sólo adelanto que acabó estudiando una carrera.
El conocimiento es poder, dicen; yo diría más bien que el conocimiento es felicidad, porque poseer conocimientos amplios y profundos es distinguir los fines verdaderos de los falsos, las cosas nobles de las bajas. Conocer las ideas y los hechos que marcan el progreso de la Humanidad es sentir las pulsaciones del alma humana a través de los siglos. Las palabras son las alas de la mente.

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