En una estantería…

Hace unas semanas me entretenía buscando algún libro en la estantería de casa de mi madre. Ninguno concreto; buscaba «uno» que me llamara en aquel momento, que me suplicara que lo descubriera. A veces me detenía recordando alguno ya conocido, un «viejo amigo». Hasta que vi la esquina de un papel que sobresalía… Tiré; la curiosidad venció.

Un marcapáginas.

Sin embargo, especial. Una imagen preciosa, cautivadora: un hombre de edad avanzada, encorvado, hojeando varios libros. Pero «metido» en uno… Quizá lo abrió para echar un ojo, y quedó conquistado por lo que leyó… y no pudo detener el paso de sus ojos.

Tras contemplar brevemente la imagen, giré el cartón y leí lo siguiente:

Un libro es fuego que no sabe quemar,
luz  de luna, claridad mágica
reflejando en tu pupila una isla solitaria,
una espada y el mar.

Un libro es profundo laberinto
que despacio, mientras lees,
debes dibujar; un libro es
viaje, palabra, deseo; un libro
es vivir un instante prestado, un tiempo
que nos sueña, un tiempo que soñamos.

Un libro es muchas cosas.

Es viento que susurra su nombre al pasar;
es un mundo ajeno que haces tuyo,
un universo en llamas, un amanecer detenido.

Un libro es un sueño
que no puede dejar de soñar.

 

Lur Sotuela

No dejar de soñar… sin necesidad de despertar porque los libros son vida, y la vida la vivimos si queremos. Un libro nos da la oportunidad de vivirla más intensamente, pues descubro infinidad de detalles, reacciones, personalidades, curiosidades… con las que me puedo encontrar, o… que puedo empezar a buscar en mi entorno.

Sueño real; sueño vivo; unas páginas que me sueñan porque hablan de mí… Realidad vivida; no simplemente una evasión (me entristece, por cierto, esta concepción de la lectura).

Fuego que no quema nuestro día a día, sino que lo hace apasionante y nos hace apasionados. Nos hace disfrutar.