El «Nocturno» de Chopin, interpretado por un mendigo de forma magistral, se cuela por el oído de Renzo, un niño que ha descubierto que tiene un don para la música. De hecho, Renzo comprueba que no sólo «toca» o «interpreta», sino que vive la melodía haciéndola suya. Desde el primer encuentro, poco agradable por su carácter agrio, el viejo indigente se convertirá en su maestro: ambos comparten ese talento natural. No obstante, el viejo le muestra cuál puede ser su final: el suyo. Sí, genialidad, pero a precio de soledad, desprecio a los demás, aislamiento, amargura…

Dejemos que tome la palabra el mendigo:

«¿Sabes qué se experimenta cuando nadie, ni tu madre, ni tu mujer, nadie te entiende? Ves tan claras las cosas que el mundo te parece estúpido al no querer compartirlas. Es más amable desaparecer entre la multitud, la verdad, por eso he de decirte que deseé ardientemente que cambiaras de camino… parecen más felices los que no lo recorren, e incluso a veces he llegado a dudar si yo mismo me estaré equivocando. Pero el don es más fuerte que el engaño (…). Los portadores del arte saben que el camino es único, sólo en él encuentras sosiego».

Renzo, ya adolescente y condenado a ese camino, descubre por sí mismo qué hacer a raíz de una serie de sucesos que impactan sobre él.

Y tú… aun sin poseer un don tan notable, ¿no has pensado o dicho las palabras del mendigo?

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                                  ELVIRA

Un comentario sobre “Nocturno, de Santiago Herraiz

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