Un largo y tortuoso camino comienza desde las primeras páginas. Las pisadas proceden del interior del protagonista, Raskólnikov, que hace crujir el hielo sobre el que anda tambaleante.
Angustia y un profundo desaliento, unidos a un orgullo y superioridad que provoca un resultado en apariencia paradójico… Raskólnikov se ve muy apurado, y sólo ve una opción de salida a su miseria: una muerte. Además, se trataría de un «favor» a la sociedad, le convence su propio pensamiento.
Su interior se suma aún más en la oscuridad y el frío, y parece que no hay salida. Sin embargo, paulatinamente, cuando el hielo está a punto de resquebrajarse en su totalidad, surge una mano cargada de un fuerza que le hará alzarse sobre sí mismo… y resurgir.
¿Qué fuerza puede existir con tanto poder? ¿Es posible el perdón? ¿… y el más difícil que es el perdón a uno mismo?
El autor es un maestro como pocos de reflejar el mundo interno del ser humano como un mapa: palabras precisas y certeras que identifican valores, sentimientos, dolores, fuerzas… universales. Me reconozco en esas palabras de hace un par de siglos: señal auténtica de la validez de la obra como literatura universal, capaz de trascender el espacio y el tiempo.
- ELVIRA
Me ha llamado la atención la postilla en la que dices reconocerte en esas palabras de hace dos siglos… Si has leido alguno de mis modestos artículos, podrás ver el porqué. te dejo un link :
https://julianeus.wordpress.com/2017/07/31/los-ojos-de-la-luz/
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Una joya que me he releído varías veces y descubrí un diferente San Petersburgo… visitando lugares
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