
Un día de verano… Y me encontraba preparándome para una nueva etapa. Cambio de entorno, de trabajo… Aunque volvía a un sitio nuevo, el nuevo escalón me imponía.
Una noche, llegué a mi habitación y vi que me había dejado un duendecillo un regalo. Sencillo y que me llegó hasta lo más hondo porque se trataba de un retrato. Me identifiqué con el dibujo y los versos escritos en la parte superior…
Lo comparto con esta entrada y doy las gracias a esa magia real que se esconde tras los detalles.
Hermosa carta, de invitación al amor propio…
Me gustaLe gusta a 2 personas