La vida de la escritura, ¿con qué compararla si no con el sueño del pájaro que, al contemplar el cielo vacío, olvida por un instante el hambre que asola el minúsculo laberinto de sus entrañas?
Christian Bobin una vez más emplea una imagen cargada de originalidad y de una tonalidad sutil. Al igual que el gran Lope de Vega sentenció acerca del amor que «quien lo probó, lo sabe«, quien vive de la escritura como necesidad de expresión sabe de lo que habla Bobin…
Cuando las palabras de nuestros pensamientos van cobrando materia, nos olvidamos en cierto modo de lo que nos rodea. Parece que el hecho de materializar así una idea, nos apartara de la materialidad del entorno. Nos domina y nos alejamos de nosotros mismos: la página en blanco o la pantalla nos envuelve de tal manera que el tiempo se detiene, el espacio se silencia…
Este autor, en este mismo libro Negro claro, habla de este silencio…
Leer toma mis manos, mi rostro, mi tiempo, mi reserva de esperanza, y troca todo esto en silencio, en sabrosa harina luminosa de silencio.
Leer, escribir; palabras, silencio; ensoñación… y realidad. Y quizá… mucho más real que la vida que corre, o que «nos corre», porque me hace vivir más intensamente, me adentra profundamente en el corazón humano y la esencia de la naturaleza.
Reblogueó esto en lumminiscènciesy comentado:
Ese giro inesperado de la transmigración del pensamiento en materia, me lleva a pensar que ciertamente la meditación, cuales sean que fueran sus medios, inmaterializa lo material y materializa lo inmaterial. El tiempo re relantiza hasta su límite y un segundo en el espacio material puede extenderse hasta su máximo haciéndonos vivir en un mundo paralelo donde el tiempo no existe o es infinito. Más.., ciertamente solo habrá transcurrido un plank. Meditar de esta forma és como alargar la duración de nuestra exígua vida; puesto que la vida es solo un sinfin de experiencias
Me gustaLe gusta a 2 personas