Quise sorprender un día a mi familia con estos versos, en los que pretendía mostrar la aspereza de estas semanas acumuladas sin dejar caer en el olvido el vínculo que nos une, mucho más poderoso que el tedio y la incertidumbre.
Días grises. Días de ligereza.
Días tenues; días quizá opacos.
Días inciertos… y días de sol.
Pero… peso de rutina,
encerrado entre paredes.
Este peso invisible aguarda,
tras los días callados.
Aumenta con la dureza del inicio.
Se acrecienta con meses de imprevistos,
y nubes de tensión.
Este peso desea el instante;
anhela apoyarse sobre hombros,
miradas y palabras.
No obstante, los ojos buscan…
Dentro, lejos… Pasado.
¡Más atrás que el inicio!
Ansía encontrarlo…
Aquel rayo de origen,
aquel fulgor que marcó la inflexión.
Antes, y después.
En soledad, y perteneciendo.
Ojos adheridos al suelo, y un dentro que vuela alto.
Días de batallas.
La niebla de la incertidumbre contraataca.
El peso acecha…
dejando caer gotas de rutina,
de indiferencia, desánimo.
Mas… todas aquellas miradas se vuelven.
Hallan el origen, el vínculo…
Y encuentran la proyección.
Descubren su “siendo-para”
cuando contemplan su “siendo-desde”-
…
…
Y los ojos miran de frente…
y todas las miradas expulsan lo incierto, y lo gris,
la rutina y el peso,
la desidia y la soledad.
Vencen con aquella luz
que todos poseen
en cada dentro.
Únicamente… buscan,
y desean descubrirlo.